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sábado, 1 de marzo de 2014

DISPLASIA DE DESARROLLO DE CADERA

Hoy hablamos de una de las patologías características de la ortopedia infantil.  A lo largo de los años ha recibido distintos nombres, el más frecuente luxación congénita de cadera; pero como el problema no siempre está presente en el momento de nacer sino que puede aparecer más tarde y podemos encontrarnos con distintos grados de alteración de la cadera sin llegar a la luxación el nombre más apropiado es el de displasia de desarrollo de la cadera.

Se trata de una alteración de la forma de la cadera que puede estar presente en el momento de nacer (la mayoría de las veces) o irse produciendo a medida que el niño crece, generalmente a lo largo del primer año de vida. Por esa alteración de la forma la cabeza del fémur se puede acabar saliendo de su sitio, o en casos menos severos llegar a la vida adulta con una forma inadecuada de la cadera que dará lugar a un deterioro de la articulación con el paso del tiempo y al desarrollo de artrosis. Así que es muy importante realizar un diagnóstico lo más precoz posible ya que cuanto antes se inicie el tratamiento más sencillo es y más posibilidades de éxito tiene.

Para realizar el diagnóstico es fundamental la exploración de las caderas en todos los recién nacidos realizando una serie de maniobras que nos indican si la cadera se sale de su sitio o si se encuentra luxada. Además estas exploraciones se deben repetir en todos los controles de salud del bebé al menos hasta que cumpla el año, ya que como he comentado en ocasiones el problema no aparece al nacimiento. A partir de los 3 meses el signo que nos debe hacer sospechar que una cadera pueda estar luxada es la limitación de la abducción, es decir, la cadera afectada no se abre igual que la sana.

Cuando la exploración es anormal se debe realizar una ecografía de las caderas para confirmar y valorar la severidad de la displasia (a partir de los 6 meses se realiza radiografía en lugar de ecografía) También se realiza ecografía (que la hacemos alrededor de las 6 semanas de vida) en bebés con exploración normal que presentan alguno de los que llamamos factores de riesgo (circunstancias en las que el riesgo de presentar displasia de cadera es mayor: antecedentes familiares directos de displasia, presentación podálica en el tercer trimestre del embarazo, tortícolis muscular congénita, alteraciones en extremidades inferiores)


Si la displasia de cadera se diagnostica pronto el tratamiento es relativamente sencillo. Hay distintos dispositivos ortopédicos para su tratamiento; yo utilizo el arnés de Pavlic, que es el dispositivo más ampliamente utilizado y que tiene una tasa de éxitos del 95%. El tiempo de uso depende de la severidad de la displasia y de los meses de vida que tenga el niño al iniciar el tratamiento, pero por término medio se encuentra en 3 meses.


En los casos en que el arnés no es efectivo (generalmente porque hay alguna estructura que no deja a la cabeza del fémur entrar en su sitio) el tratamiento ya se hace más complejo. Tenemos que recurrir a una reducción cerrada (bajo anestesia general intentamos reducir la cadera) y colocación de un yeso pelvipédico que la mantenga en su posición durante al menos 12 semanas. Y en algunos casos es necesaria la reducción abierta (esto ya es una operación en toda regla)

Si el diagnóstico se realiza pasados los 6 meses de vida es más probable que tengamos que recurrir a estos otros tratamientos, más agresivos cuanto mayor sea el niño. Por esto vuelvo a repetir lo importante que es el diagnóstico precoz.

En algunas raras ocasiones la cadera no adquiere la forma correcta a pesar de los tratamientos anteriores, o no sigue un desarrollo correcto después de ellos, por lo que siempre hay que controlar el desarrollo de estas caderas y en ocasiones son necesarias algunas cirugías a lo largo del crecimiento del niño para cambiar esa forma inadecuada.